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[¡Oh, Mujámmad!] Frunciste el ceño y le diste la espalda
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al ciego cuando se presentó ante ti.
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¿Cómo sabes que no quería purificarse [aprendiendo de ti el conocimiento],
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o beneficiarse con tus enseñanzas?
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En cambio, al soberbio
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le dedicaste toda tu atención.
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Pero tú no eres responsable si él rechaza purificarse [de la idolatría, ya que tu obligación solo es transmitir el Mensaje].
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En cambio, aquel que se presentó ante ti con deseos [de aprender],
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teniendo temor de Dios,
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te apartaste de él.
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No lo vuelvas a hacer, porque este Mensaje es para toda la humanidad.
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Quien quiera, que reflexione y obre acorde a él.
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Pues el Mensaje está registrado en páginas honorables,
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distinguidas y purificadas,
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en manos de [ángeles] encargados de ejecutar las órdenes de Dios,
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nobles y obedientes.
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El ser humano se destruye a sí mismo con su ingratitud.
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¿Acaso no sabe de qué ha sido creado?
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De un óvulo fecundado, que crece en etapas según lo [que Él ha] establecido.
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Luego le facilita el camino.
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Luego lo hace morir y ser enterrado.
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Finalmente lo resucita cuando Él quiere.
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Pero a pesar de esto no cumple con los preceptos que se le ordenan.
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El ser humano debería reflexionar sobre su alimento:
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Hice descender el agua en abundancia,
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luego hice que la tierra brotara.
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Hice surgir de ella granos,
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vides, hierbas,
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olivos, palmeras,
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huertos frondosos,
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frutos y forraje
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para beneficio de ustedes y de sus rebaños.
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El día que llegue el estruendo terrible [comenzando el fin del mundo],
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el ser humano huirá de su hermano,
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de su madre y de su padre,
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de su esposa y de sus hijos.
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Ese día cada uno estará preocupado por sí mismo.
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Ese día habrá rostros radiantes,
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risueños y felices [por haber alcanzado la salvación].
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Pero habrá otros rostros ensombrecidos,
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apesadumbrados [por haber merecido la condena al Infierno].
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Esos serán los que rechazaron el Mensaje y los transgresores [de la ley].